Estoy apurado y corro contra el tiempo, así que la hago corta. El otro día, un viernes, antes de irme a Villa Inflamable, pase por la iglesia de Santo Domingo. Quería averiguar algunos datos sobre mi tatarabuelo Tomas que estudio ahí, nacido en 1851 y donde ahorco los hábitos (bah, solo se los arremango para casarse con una ricachona.) Un ídolo! Pero no viene al caso eso. Supongo que cualquiera que esté leyendo esto, sabe que allí reposan los restos de Manuel Belgrano, el creador de la bandera. Bueno, parece que algunos no, porque mientras recorría el patio de entrada al convento, una mujer me detuvo y me preguntó si esa era la iglesia de Santo Domingo. Oh, Dios, dijiste que el hombre dominara a todas las bestias, pero no hablaste sobre las que son bestias y humanas a la vez. Te puedo entender que no conozcas bien la ciudad, quizás vino del interior. No saber que semejante monumento que allí se encontraba a dos metros nuestro es el reposo final del prócer, todavía. Pero hay que ser muy burro para no leer las decenas de placas allí expuestas donde figuran cosas como: “Al convento de Santo Domingo, de la sociedad de fomento del animal en dos patas…o algo así” Bueno, quizás así no era, pero debería serlo. Si, es cierto, es increíble el milagro de ser tan bestia. Es que los boludos no requieren de soluciones fáciles, directamente necesitan milagros. Dios, dame paciencia, por que no existe con gentes bestiales como esta. Digo yo, la catedral y el cabildo están en plaza de mayo? Ah, claro que no, eso quedaba en Tucumán. Que vengan las plagas de Egipto sobre estos energúmenos. Al final lo hice muy largo, pero esto me fusila.
QuE Hiiiiiijo de...!
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